Novena de Navidad • Segunda Estación
María visita a Isabel
Antífonas O
Oh Sapientia, quae ex ore Altissimi prodisti,
attingens a fine usque ad finem,
fortiter suaviter disponensque omnia:
Veni ad docendum nos viam prudentiae.
Oh, Sabiduría, que brotaste de los labios del Altísimo,
abarcando del uno al otro confín,
y ordenándolo todo con firmeza y suavidad:
Ven y muéstranos el camino de la salvación.
Mariotto Albertinelli, La Visitación, 1503, Galería Uffizi, Florencia
Lucas 1:39-45
Por aquellos días, María se puso en camino y fue de prisa a la montaña, a una ciudad de Judá. Entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Y cuando Isabel oyó el saludo de María, el niño saltó en su seno. Entonces Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó a grandes voces:
“Bendita tú entre las mujeres y benditos el fruto de tu vientre. Pero ¿cómo es posible que la madre de mi Señor venga a visitar me? Porque en cuanto oí tu saludo, el niño salto de alegría en mi seno. ¡Dichosa tú que has creído! Porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”.
"La Visitación" por Ron Rolheiser, OMI
Todos conocemos la historia bíblica de la Visitación. Ocurre al principio del Evangelio de Lucas. María y su prima Isabel, ambas embarazadas, se encuentran. Una lleva en su vientre a Jesús y la otra a Juan el Bautista. Los Evangelios quieren que reconozcamos que estos dos embarazos son biológicamente imposibles; uno es una concepción virginal y el otro es una concepción que se produce mucho más allá de la edad fértil de alguien. Por tanto, es evidente que hay algo de divino en cada uno de ellos. En lenguaje sencillo, cada mujer lleva un regalo especial del cielo y cada una lleva una parte de la promesa divina que un día establecerá la paz de Dios en esta tierra.
Pero ni María ni Isabel, y mucho menos nadie de su entorno, reconocen conscientemente la conexión divina entre los dos niños que llevan en su seno. Los Evangelios nos los presentan como "primos", tanto a los niños como a sus madres; pero los Evangelios quieren que pensemos más allá de la biología. Son primos del mismo modo que Cristo, y las cosas que provienen de lo divino, son primos. Esto, entre otras cosas, es lo que encierra el concepto de la Visitación.
María e Isabel se encuentran, ambas están embarazadas de lo divino. Cada una lleva un niño del cielo, una lleva a Cristo y la otra a un profeta único, el "primo" de Cristo. Y ocurre algo curioso cuando se encuentran. El primo de Cristo, dentro de su madre, sin conciencia explícita, salta de alegría en presencia de Cristo y esa reacción libera el magníficat dentro de la que lleva a Cristo.
Hay mucho en esa imagen: El primo de Cristo salta de alegría inconscientemente en presencia de Cristo y esa reacción saca el magníficat de la que lleva al Cristo. Christian de Cherge, el abad trapense martirizado en Argelia en 1996, sugiere que, entre otras cosas, esta imagen es la clave de cómo nosotros, como cristianos, debemos encontrarnos con otras religiones del mundo. Para él, la imagen ilustra este paradigma:
El cristianismo lleva a Cristo y las demás religiones llevan también algo divino, un "primo" divino, que apunta a Cristo. Pero todo esto es inconsciente; no captamos realmente el vínculo, la conexión, entre lo que llevamos y lo que lleva el otro. Pero reconoceremos su parentesco, aunque sea inconscientemente, cuando estemos ante otro que no comparte nuestra fe cristiana pero que es sincero y fiel a su propia fe. En ese encuentro sentiremos la conexión: Lo que llevamos hará que algo salte de alegría dentro del otro y esa reacción ayudará a sacar el magníficat de nosotros y, como María, querremos quedarnos con ese otro para apoyarnos mutuamente.
Padre Ron Rolheiser, OMI es un conferenciante y autor de renombre mundial, además de profesor y ex presidente de Escuela Oblata de Teología de San Antonio.
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