Novena de Navidad • Séptima Estación
El Ángel Visita a los Pastores
Antífonas O
Oh Rex Gentium, et desideratus earum,
lapisque angularis, qui facis utraque unum:
Veni, et salva hominem,
quem de limo formasti.
Oh Rey de los gentiles, y anhelado por ellos,
y la piedra angular, que hacéis de ambas una:
Ven y salva al hombre
a quien formaste de barro.
Thomas Buchanan Read, El ángel apareciéndose a los pastores, 1870, Instituto de Arte de Dayton (Ohio).
Lucas 2:8-12
Había en aquellos campos unos pastores que pasaban la noche en pleno campo cuidando sus rebaños por turnos. Un ángel del Señor se les presentó, y la gloria del Señor los envolvió con su luz.
Entonces sintieron mucho miedo, pero el ángel les dijo: “No teman, pues les anunció una gran alegría que lo será para ustedes y para tode el pueblo: Les ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Esto les servirá de señal: encontarán un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.
"En Vigilia con los Pastores en Belén" por Ron Rolheiser, OMI
"¡Y los pastores velaban por la noche!"
Cuando el Evangelio de Lucas narra la historia de la Navidad, nos dice que, cuando nació Jesús, los pastores estaban velando en la noche. ¿Por qué velaban en la oscuridad? Por algo más que por lo que pudiera amenazar a sus rebaños. Buscaban la luz, algo que les iluminara su oscuridad.
El Evangelio de Juan lo señala. No nos da una descripción de María y José en un establo de Belén. En su lugar, describe la venida de Jesús en Navidad con una imagen: una luz brilló en las tinieblas. Observe que Juan no dice que una luz brilló para iluminar las tinieblas, sino que brilló en las tinieblas. Es una distinción importante.
La Navidad, el nacimiento de Cristo en nuestro mundo, tiene mucho que ver con encontrar a Dios dentro de lo común y dentro incluso de la oscuridad del pecado, la violencia, la guerra, la codicia y la indiferencia que a veces parecen estar por todas partes. La Navidad trata de la luz que surge dentro de la oscuridad.
Por eso, una de las cosas que nos pide la Navidad es que imitemos a los pastores de la historia navideña y permanezcamos en vela, con la esperanza de ver "luz al interior de las tinieblas". ¿Cómo lo hacemos?
Nuestra tradición cristiana tiene diferentes formas de expresarlo, pero es lo que Jesús quiso decir cuando nos dijo que "leyéramos las señales de los tiempos" y lo que San Juan de la Cruz quiso decir cuando afirmó que "el lenguaje de Dios es la experiencia que Dios plasma en nuestras vidas". Dios está dentro de la vida ordinaria y nuestro trabajo es ver a Dios allí.
Clásicamente, esto se expresaba en el concepto de " divina providencia ", es decir, la noción de que dentro de la conspiración de accidentes que conforman nuestras vidas podemos ver el dedo de Dios escribiendo la historia desde otro punto de vista. Dios resplandece, de cierto modo, en todo lo que sucede.
Por lo tanto, tenemos que ser meteorólogos del espíritu, leer el estado del tiempo interior para ver los movimientos más profundos de Dios dentro de los acontecimientos externos de la historia. Observamos como los pastores cuando miramos nuestro mundo, con todo lo que hay en él, tanto bueno como malo, y vemos luz en él, es decir, la presencia de Dios, la gracia, la gentileza, el perdón, el amor, el desinterés, la inocencia.
Pero eso no es fácil de hacer. La oscuridad que nos rodea es profunda. Vivimos en un mundo en el que lo que vemos a menudo es simplemente amargura, heridas, la falta de perdón, ira, codicia, el falso orgullo, lujuria, injusticia y pecado. ¿Dónde vemos luz dentro de eso? ¿Ve usted luz en las noticias de las 6:00 de cada noche?
La Navidad nos dice que el problema no está sólo en las noticias, sino en cómo vemos las noticias. Lo que vemos está muy teñido por lo que sentimos y pensamos en cada momento. Los filósofos solían expresarlo con el axioma: "Todo lo que se recibe se recibe según el modo del receptor". Suena a sabiduría. Los budistas lo expresan de forma más sencilla. Tienen un axioma que dice que no vemos lo que está fuera de nosotros sino que vemos lo que está dentro de nosotros y lo proyectamos fuera. Para ilustrarlo ofrecen una pequeña y colorida anécdota.
Un día, un Buda gordo y con sobrepeso estaba sentado bajo un árbol. Un arrogante y joven soldado pasó por allí, le vio y le dijo: "¡Pareces un cerdo!" El Buda miró al soldado y le dijo: "¡Y usted parece Dios!" Sorprendido, el soldado le preguntó: "¿Por qué dices que me parezco a Dios?". El Buda respondió: "Verá, no vemos lo que hay fuera de nosotros, vemos lo que hay dentro y lo proyectamos hacia fuera. Yo me paso el día aquí sentado pensando en Dios y cuando veo hacia fuera, eso es lo que veo. Usted, en cambio, debe de estar pensando en otra cosa".
El punto, creo, está claro. Nuestra visión, incluso nuestra visión física, está ligada a nuestras actitudes, nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, nuestras heridas y nuestras virtudes. Forman el prisma a través del cual vemos. La tarea, por tanto, de velar en la noche, es vincular nuestra vista a las virtudes que nos ofrece la Navidad. ¿Cuáles son éstas?
La Navidad habla de niñez, maravilla, inocencia, alegría, amor, perdón, familia, comunidad y entrega. Cuando estamos en contacto con estos aspectos, vemos más fácilmente lo que hay de especial en la vida ordinaria. Éstas hacen brillar la luz en la oscuridad.
A veces, al igual que en la primera Navidad, vemos la luz en la oscuridad más claramente en el rostro de un recién nacido, un bebé, donde la inocencia aún puede dejarnos atónitos en el asombro y suavizar, durante un tiempo, los bordes de nuestro cinismo y dureza. Ese es, de hecho, uno de los grandes retos en Navidad.
Como a los pastores, se nos pide que velemos en la noche y velamos cuando, en nuestros corazones, hay más maravilla que familiaridad, más confianza como niños que cinismo, más amor que indiferencia, más perdón que amargura, más alegría en nuestra inocencia que en nuestro afán de ser sofisticados, y más atención a los demás que a nosotros mismos.
La Navidad está hecha para ablandar el corazón y es esto lo que afina la visión.
Padre Ron Rolheiser, OMI es un conferenciante y autor de renombre mundial, además de profesor y ex presidente de Escuela Oblata de Teología de San Antonio.
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