por el padre Oswald Firth, OMI Director del Instituto Oblato de Educación Superior en Sri Lanka
Para los Oblatos de María Inmaculada, vivir y trabajar con indígenas es como una segunda naturaleza. Desde sus inicios han estado cerca de los Inuk, los habitantes indígenas del Ártico. Se cuentan muchas historias idílicas de los viajes y tribulaciones de los oblatos entre estos pueblos indígenas. Se acostumbraron no solo al clima ártico, sino también a los hábitos alimenticios de los esquimales, que a menudo vivían una vida errante en busca de focas, salmones y caribúes.
Luego estaban los 'Pueblos de las Primeras Naciones', los amerindios entre los cuales trabajaron los oblatos, brindándoles educación, salud y otra asistencia humanitaria. Quizás la violación de sus derechos fundamentales, en particular el derecho a la tierra, los recursos, la cultura y su persona humana, nunca ocupó un lugar destacado en la mente de los colonizadores de este pueblo como lo hace hoy en una era poscolonial. Estas aberraciones ahora están siendo sacadas a la luz. También se está elevando la conciencia entre las naciones a través de las Naciones Unidas.
En tiempos más recientes, los oblatos han estado al frente de la lucha de los pueblos indígenas de Bangladesh para superar el ostracismo y recuperar sus derechos territoriales. Trabajando fuera del estruendo de la fanfarria de los medios, donde los pueblos indígenas y sus prácticas culturales se han convertido en exhibiciones de museos o atracciones turísticas, los Oblatos han ayudado al escarabajo ahora la gente de Chittagong Hill Tracks a ganar reconocimiento en las Naciones Unidas. Sus representantes hoy llevan su causa al Consejo Económico y Social de la ONU con pruebas convincentes, resiliencia y coraje interior de su derecho a la tierra, los valores culturales, el idioma, los recursos y la vida misma.
Ya sea que estemos hablando de los Campesinos de Bolivia, o de los Chiapas y Sapatistas de México, o de los Mochicas de Perú, o incluso de los Guaraníes de Brasil que sufrieron bajo la explotación colonial, la humanidad necesita darse cuenta de que es esta gente de la tierra la que ha salvaguardó el medio ambiente y cuidó y cultivó los elementos más preciados de la naturaleza, a saber: la tierra, el aire, el fuego y el agua, tan necesarios para nuestra vida. En el frenético intento del hombre moderno por combatir la contaminación, tendemos a olvidar que el secreto de la vida durante siglos fue preservado por los indígenas como nos recuerdan las siguientes líneas, no sin cierta ironía.