febrero 2018
febrero de 2018
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En el interior
de la provincia Padre Luis Studer, OMI
Llevando la vida misionera a los extremos
Un ancla en Alaska p. Tom Killeen, OMI Nominado Ciudadano del Año
Ministro Oblato para los Refugiados de Guerra en Camerún
Celebrando el 50º año del jubileo en la India
Oblate Galilee Farm ayuda a los pobres de las zonas rurales de Filipinas
El Padre Johan Finney, OMI comparte fotos de su estación misionera en Bangledesh
Oblato Jubilarista – P. Sherman Wall, OMI 60 Años de Sacerdocio
El cardenal más nuevo es parte de la familia oblata
Oblatos preservando la cultura Hmong en Minnesota
Cruces Oblatas
Lo más destacado de los donantes: Sally Gomez-Jung
Encontrar la felicidad entre los oblatos
Años de vocación oblata
Lo más destacado del donante – Sally Gomez-Jung
Sally Gomez-Jung es ex profesora de Educación Pastoral en la Escuela Oblata de Teología en San Antonio, Texas. También es Asociada Oblata, colaboradora laica que a través de la oración y la extensión comparte los ministerios de los Misioneros Oblatos. Sally escribe aquí sobre una visita reciente que hizo a Puerto Rico para ver cómo estaban sus familiares y los Oblatos que todavía están experimentando muchas dificultades mientras se recuperan del huracán María.
¡Bendito sea el Dios de misericordia y compasión y que escucha el clamor de los pobres!
Mamá está bien pero un poco desorientada por todo lo que está pasando. La residencia de ancianos tiene agua pero la electricidad va y viene y dependen cada vez más del generador diseñado para emergencias. En el asilo de ancianos he pasado tiempo doblando ropa, pelando patatas, me he convertido en estilista, poniendo mesas, ayudando en la cocina, alimentando a los residentes postrados en cama, trabajando en el dispensario clasificando medicamentos y ayudando a mamá. Me levanto a las 5:00 am para orar y prepararme para ayudar a mamá a bañarse y prepararse para la misa. La visito varias veces al día y regreso a las 4:00 pm para alimentarla y prepararla para ir a dormir. Doy gracias a Dios por este tiempo con ella. ¡No tiene precio!
Me gustaría compartir con ustedes algunas de las experiencias que he tenido y lo que he aprendido.
El jueves pasado me encontré con un sacerdote oblato. Tuvimos una gran visita. Más tarde esa mañana, fui con dos sacerdotes a Utuado, un pequeño pueblo en el centro de la isla. Está rodeado de montañas. Veinticuatro familias quedaron desconectadas de la ciudad cuando la lluvia arrasó
el puente. No podía creer que pudiera ver la devastación con mis propios ojos.
Visitamos la iglesia en la plaza y pude reunirme con miembros de la parroquia. La gente se reunió en la iglesia para misa en solidaridad y buscando formas de encontrar esperanza en su situación colectiva. Tenían dos linternas para alumbrarse y esperaban que cuando terminara la misa todavía hubiera luz del día para llegar a casa. Parecían exhaustos y agotados. Hacer cola era la nueva normalidad diaria. Una de las señoras me dijo que se acostaba por la noche esperando que fuera una pesadilla de la cual despertaría por la mañana. Pero la realidad la golpea cuando se despierta y vuelve a ser la misma rutina. Líneas, sin agua, sin electricidad y pocas esperanzas de que todo mejore pronto.
El sábado por la tarde fui a La Perla. Esta es una de las zonas más pobres de San Juan. Le había dado al sacerdote una donación para esa comunidad y querían que me reuniera y orara con la comunidad. Fue una experiencia muy conmovedora. Cuando entramos a la comunidad, que está justo frente al océano, había una larga fila de personas esperando por agua, hielo y comida.
Nos dirigimos a una capilla muy modesta que se salvó del huracán. Vi muchas casas totalmente destruidas por la tormenta. Había algunas personas reunidas en la capilla. La hora de misa tuvo que programarse más temprano porque no hay electricidad y el sol se pone más temprano. Recibí una muy cálida bienvenida por parte de la gente y escuché muchas historias de lo que han pasado. Mi presencia, oro, les recordó que hay personas en el continente que no sólo oran por ellos, sino que los apoyan con donaciones. Les hablé de su generosidad.
Por favor continúe orando por el pueblo de Puerto Rico. La recuperación de 3,3 millones de personas será difícil y larga. Pero en la providencia de Dios ponemos nuestra confianza_ ¡y en quienes la encarnan! Bendiciones para todos y gracias por su viaje conmigo.
La devastación del huracán María
El Padre Mariano Martínez, OMI, comparte su visión sobre el impacto del huracán María en los Oblatos en Puerto Rico y cómo continúan los esfuerzos de recuperación hoy..
Estamos relativamente bien. Estamos cansados y no podemos dormir. Hay saqueos y delincuencia. Los cimientos de la escuela y de la parroquia han resultado dañados. Hay mucha desolación y miedo; Todo se ha derrumbado: ninguno de los sistemas funciona en absoluto: salud, transporte, electricidad, agua, etc.
Nuestra casa ha sobrevivido. Algunas puertas volaron y entró el viento y el agua. Estábamos nadando en nuestras camas. Pero todo está bien. La gente en general está angustiada y llorando.
Nos dicen que nunca habían visto algo así. La violencia proviene de algunos que están desesperados por conseguir agua y alimentos. La situación se está volviendo opresiva. El gobierno está haciendo lo que puede, pero las emergencias son mayores de lo que puede afrontar. Hay gente sin medios de comunicación y los diques se rompen poniendo en peligro pueblos que tienen que ser evacuados. Pasarán muchos, muchos meses antes de que las cosas vuelvan a una apariencia de normalidad. Muchos jóvenes están migrando y abandonando el país.
Pedimos a todos que sigamos acompañándolos en la oración y en toda la solidaridad que podamos.
Semblanza de un Benefactor
Sally Gomez-Jung fue Profesora de Educación Pastoral en la Facultad Oblata de Teología en San Antonio, Texas. Es también Asociada Oblata, colaboradora laica, que a través de la oración y difusión presta ayuda a los ministerios de los Misioneros Oblatos. Sally escribe y comparte a continuación sobre una visita que realizó recientemente a Puerto Rico para visitar a miembros de su familia ya los Oblatos, que siguen teniendo muchas dificultades al recuperarse del huracán María.
¡Bendito sea el Dios de la misericordia y compasión, que escucha el clamor de los pobres!
Mamá está bien, aunque algo desorientada por todo lo que está sucediendo. La casa de adultos mayores tiene agua, pero la electricidad es intermitente, dependiente cada vez más del generador que es solo para emergencias. En el asilo he ayudado doblando ropa, en la cocina, como estilista, ayudando en el comedor, alimentando a los residentes en cama, trabajando en el dispensario seleccionando medicina y ayudando a mamá. Me levanto a las 5:00 am para rezar y alistarme para ir a ayudar a mamá a bañarse y estar lista para la Misa. La visita varias veces al día y vuelvo a las 4:00 pm para darle de comer y prepararla para ir a dormir. ¡Doy gracias a Dios por este tiempo con ella, que es invaluable!
Quisiera compartir con ustedes algunas de las experiencias vividas y lo que he aprendido.
El jueves pasado tuve una hermosa reunión con un sacerdote Oblato. Más tarde en la mañana fui con dos sacerdotes a Utuado, un pequeño pueblo en el centro de la isla, rodeado de montañas. La lluvia arrastró un puente, dejando aisladas a veinticuatro familias del resto del pueblo. No podía creerlo al ver la devastación real.
Fuimos a la iglesia en la plaza y pude reunirme con algunos miembros de la parroquia. La gente se reúne solidariamente en la iglesia para escuchar Misa y tratar de encontrar esperanza en su situación. Sólo tenían dos linternas y esperaban que al terminar la Misa aún hubiera luz de día para ir a casa. Se veían exhaustos. Lo normal en su vida diaria ahora era hacer filas. Una de las señoras me dijo que se iba a dormir esperando se tratara de una pesadilla y despertara al día siguiente, pero la realidad es que despierta a la misma rutina de nuevo. Filas, sin agua, sin electricidad y poca esperanza de que mejore pronto.
La tarde del sábado fui a La Perla, una de las zonas más pobres de San Juan. Al haber entregado al sacerdote un donativo para esa comunidad, deseaban conocerme y que rezara con la comunidad. Fue una experiencia muy conmovedora. Al llegar a la comunidad, justo junto al mar, había una larga fila de personas esperando agua, hielo y comida.
Nos abrimos paso a una capilla muy modesta que no afectó el huracán. Vi muchas casas totalmente destruidas por la tormenta. Había pocas personas en la capilla. Se había tenido que adelantar la hora de la Misa pues no había electricidad y el sol se ponía más temprano. La gente me recibió muy cálidamente y escuché sus comentarios de lo que habían pasado. Pedí que mi presencia les recordara que hay gente en el continente que no solo pide por ellos, sino que dan ayuda con sus donativos. Les hable de la generosidad de ustedes.
Por favor sigan pidiendo por la gente en Puerto Rico. La recuperación para los 3.3 millones de personas será difícil y larga, ¡pero ponemos nuestra confianza en la providencia de Dios – y en quienes la encarnan! Deseo bendiciones a todos ustedes y agradezco su compañía en el viaje..
Devastación tras el Huracán María
El Padre Mariano Martínez, OMI comparte el impacto del huracán María a los Oblatos en Puerto Rico y cómo aún continúan los esfuerzos por la recuperación.
Estamos bien relativamente. Estamos cansados y no podemos dormir por el saqueo y la delincuencia. Se dañaron los cimientos de la escuela y la parroquia. Existe mucha desolación y temor; todo se ha derrumbado: no funciona ninguno de los sistemas –salud, transporte, electricidad, agua, etc.
Nuestra casa sobrevivió, algunas puertas salieron volando y entró el agua. Nadábamos en nuestras camas, pero todo está bien. En general la gente está afligida y llorosa.
Nos dicen que nunca habían visto nada igual. La violencia estalla en quienes están desesperados por agua y comida; la situación se vuelve opresiva. El gobierno hace lo que puede, pero la emergencia sobrepasa a sus posibilidades. Hay gente sin medios de comunicación y las presas están reventando, poniendo en peligro a los pueblos, que deben evacuarse. Habrán de pasar muchos, muchos meses antes de que todo vuelva a parecer normal. Muchos jóvenes migran del país.
Pedimos a todos seguir acompañándonos con sus oraciones y en la solidaridad que sea posible.